Desde 1979 los huracanes cambian de nombre todos los años hasta completar un ciclo de seis listas diferentes. Al séptimo año vuelven a empezar. Cada trescientos sesenta y cinco días se intercalan un nombre masculino y uno femenino. Sólo en casos de extrema destrucción, como el de Katrina en el 2005, el Centro Nacional de Huracanes decide retirar esa nomenclatura para sustituirla por otra de la misma inicial y el mismo género.
Grace. Gaston. Gert. Gordon. Gabrielle. Gonzalo.
Ella no estaba en la lista. El nombre de pila del huracán más destructivo de mi vida. Aquel dickensiano año, no tan lejano, hubieran quitado su nombre…
“La poesía de José Luis Justes Amador transita del clasicismo (El poeta enamorado…) a la experimentación más radical (4’ 33’’). En Huracán, su primera novela, utiliza esa doble faceta en una misma obra. Justes convierte la autoficción en ficción, la tragedia en comedia o viceversa, la cultura en chistes malos o instrumentos de conquista, la literatura en algo banal, pero, sobre todo, demuestra lo que todos sabemos: que una historia de amor nunca es una historia de amor” (Ma. Isabel Jiménez Ramírez).
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