Yolanda Padilla conoció a Peter Yang en Barcelona en el año 2004, mientras ella acudía a la universidad para una estancia postdoctoral. Fue durante la misa de las doce del día, en la Catedral, en una capillita cerca de la sacristía, en la que él oficiaba cada día durante más de sesenta años. Lo primero que llamó su atención, dice Yolanda, fue su postura vertical, que guardaría hasta su regreso a casa, el 7 de marzo de 2014. Para Peter Yang y para los taichistas de la familia de Cariñito familiar, la muerte no existe, es un sueño, “no sea mentalista”, decía él. Desde aquel día, Yolanda estuvo en contacto con Peter, ya fuera en España o en México, durante las convivencias de Tai Chi o desde el Espíritu.
Yolanda comenzó a asistir diariamente a misa, mientras estuvo en Barcelona, y por las tardes asistía al Rincón del Silencio, escuela de Tai Chi Zen Cristiano en donde se transmitía el Tai Chi y las tertulias con Peter. El Tai Chi no se enseña, decía Peter, se transmite y se hace gratis porque se ha recibido gratis. La gratuidad fue una de las enseñanzas más valiosas que Yolanda y todos los taichistas hemos recibido y lo recibimos cada vez que respiramos, que entra el aire fresquito por la nariz y sale por la misma con calorcito. Este método de respiración natural lo recibiría Peter de un anciano chino un día, en China y lo transmitiría a los taichistas españoles y, a través de Yolanda, a los mexicanos.
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