El ciclo de las exposiciones a nivel local (1851-1891) fue un tiempo para México en general, y Aguascalientes en particular, de consolidar la nación republicana, el orden liberal y apostar por el progreso (un proyecto de crecimiento y desarrollo); con las exposiciones se contribuyó con un grano de arena para afianzar un imaginario colectivo.
El contexto idóneo para la celebración de las exposiciones en Aguascalientes se encontró en el marco de la Función de San Marcos (actualmente Feria Nacional de San Marcos) durante el mes de abril, tiempo y momento adecuado porque los ciudadanos estaban envueltos en un ambiente festivo. La fiesta, la alegría y el descanso constituyeron el escenario ideal para transmitir un proyecto político, para hablar de todas las bondades del progreso, para premiar públicamente a aquellas personas emprendedoras y trabajadoras de la entidad, para legitimar las diferentes élites locales (política, económica, cultural, intelectual). Este fue el sentido de la celebración de las exposiciones durante la verbena abrileña.
De ahí el nombre del trabajo: Una ventana a la ilusión del progreso, porque era una vitrina, un escaparate o un aparador, un vidrio por el cual se podía mirar una imagen de mundo, que no necesariamente coincidía con la realidad. No obstante, el problema de estos aparadores, de estas vitrinas, y más para el caso de Aguascalientes, consistía en ser castillos hechos en el aire; aun así, fue un sueño al que se aferró la clase política, una ventana por donde asomaba una ilusión; de ahí la necesidad de fomentar obras como las vías del ferrocarril o la luz eléctrica, como una forma de anclar este imaginario y transitar a la modernidad. De ahí la necesidad de explotar el análisis de los discursos, porque son hiperbólicos, epidícticos, maniqueos, cobijan la filosofía del progreso y el ideario republicano, además de evidenciar la gran necesidad de insertarse en una lógica cultural occidental y civilizatoria. Bajo la idea del progreso y los ideales del liberalismo, se comprende la celebración de las exposiciones en todo el mundo occidental que se preciaba de ser moderno.
A lo largo de cinco capítulos se expone cómo esta práctica fue un pretexto para inculcar los valores de la modernidad y la filosofía del progreso; y se analizan los discursos por su gran riqueza. En el primer capítulo, denominado “Exposiciones universales del siglo XIX: Una cara de la modernidad”, es un marco referencial indispensable para el estudio de las exposiciones en el marco de la función de San Marcos. El segundo capítulo, intitulado “Las Exposiciones de San Marcos: un proyecto liberal”, trata sobre el grupo de personas impulsoras del proyecto de las exposiciones a nivel local. El apartado siguiente lleva por nombre “El poder de la palabra: El discurso”, se presentan elementos teóricos para el estudio o análisis de los discursos o alocuciones de las ceremonias de premiación de las exposiciones locales, a partir de los planteamientos clásicos de Aristóteles, Cicerón y Quintiliano, y la teoría de la argumentación moderna de Perelman y Obrechts-Tyteca. Después, en el capítulo cuarto, “La ley inmutable del progreso”, se expone la filosofía del progreso en el enfoque positivista de Auguste Comte y evolucionista de Herbert Spencer, los discursos son el puente entre lo local y lo universal (entendidos en lógicas europeas), porque postulados de ambos sistemas filosóficos frecuentemente emergen en el discurso. Finalmente, en el último apartado, nombrado “Los tópicos del progreso”, se presenta el análisis del discurso; el eje que atraviesa este apartado es la idea de progreso como postulado básico de la filosofía positivista y del paradigma de la modernidad.
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